Cada vez que implantamos el proyecto Bicicletas para la Educación en un nuevo centro escolar, los primeros pasos que llevamos a cabo son reunirnos con el equipo directivo, entregarles el manual del proyecto y seleccionar el lugar donde construiremos el taller y el espacio que destinaremos a zona de aparcamiento de las bicicletas. Al implantar el proyecto en un nuevo instituto, dimensionamos la zona de aparcamiento pensado en el futuro y estimando el número máximo de bicicletas que ese centro puede recibir.
Encontrar un buen emplazamiento para el aparcamiento es importante, pues será el sitio donde los alumnos dejaran su medio de transporte estacionado mientras asisten a clase y mejoran su aprendizaje. Buscamos siempre espacios abiertos y sombreados, para que las bicis estén protegidas del sol y para que elementos como el sillín y los neumáticos sufran un poco menos sus inclemencias.
También emplazamos los aparcamientos en un lugar estratégico, no demasiado lejos de la entrada del centro escolar, para que los alumnos ganen tiempo y puedan aparcar nada más llegar, pero tampoco demasiado cerca, para evitar improbables robos y la tentación de los chicos de coger la bici durante la hora del recreo parar salir a jugar.
Y finalmente, construimos la estructura con barras de metal que pintamos de color amarillo, nuestro color, para que sea bien visible e identificable. Dos de estas estructuras, de unos 3 metros cada una, se colocan en la zona del taller, una para las bicicletas que deben ser reparadas y la otra para las bicicletas que ya han pasado por las manos expertas del mecánico. De esta manera, cuando los alumnos salen de clase, solo tienen que buscar su bicicleta en la zona de reparaciones y enseguida saben si está lista o no. Las reparaciones suelen hacerse al día, excepto en algunos casos donde hay una mayor complejidad o falta alguna pieza de recambio.
Este sistema de aparcamiento está demostrando dar muy buen resultado y ha evitado que las bicis estén desordenadas, tiradas en el suelo y en contacto directo con el polvo y la arena. Los alumnos se acostumbran rápido a estacionar su bici en su lugar y hemos dejado de ver bicicletas amontonadas alrededor de los árboles del patio o de los muros de la escuela.
Y para cerrar este artículo, queremos hacer un pequeño reconocimiento a los chicos de la foto. Ellos no van a la escuela ni al instituto, son aprendices de soldador y están aprendiendo un oficio. Se ven distintos a los demás niños por sus ropas de trabajo y una mirada abierta y risueña. Pocos saben escribir, pero aprenden las artes del hierro y la forja y eso les permite tener un trabajo en el futuro. Desde aquí nuestro pequeño homenaje a todos ellos y especialmente a tres de los chicos de la foto, que al día siguiente de instalar las barras amarillas fallecieron en un accidente de coche.
コメント