En un cruce de pistas de laterita roja, que parece que vienen de ninguna parte y llevan a cualquier lugar, se encuentra el pueblo de Boyar. Para llegar a él hay que cruzar un bosque de baobabs gigantescos, recorrer unos cuantos kilómetros polvorientos y cruzar minúsculas aldeas en las que aún se conservan las chozas con tejados de paja donde los lugareños guardan el ganado o las utilizan como graneros e incluso duermen en ellas.
Al llegar al pueblo sorprende una mezcla de orden y bullicio. Los rebaños de vacas rodean el abrevadero comunitario, la gente se concentra alrededor de las pocas tiendas de la calle principal y, al fondo, una vez atravesado el pueblo, el bullicio crece en la zona en la que la comunidad ha decidido concentrar los centros escolares: una pequeña escuela maternal, la escuela primaria y el College que será también Lycée a partir del próximo curso escolar.
A Boyar acuden alumnos de unos diez pueblos aledaños como Ndiagamba, Sinki o Ndiol. Todos ellos a distancias entre 3 y 8 kilómetros y sin transporte escolar alguno.
En Senegal el acceso puntual a clase es muy importante y llegar tarde siempre conlleva penalizaciones, ya sea en las notas como en la perdida de contenidos escolares. Por ello, los alumnos de los pueblos más alejados siempre deben salir temprano de casa y siempre vuelven tarde, si se quedan a hacer actividades o repaso.
El Lycée de Boyar dispone de 14 salas de clase que pueden albergar a un millar de alumnos. De estas, 10 clases han sido construidas con el dinero de la gente del pueblo, que han creado una asociación para recaudar fondos, han organizado campeonatos de lucha senegalesa, colectas, etc. Con todas las salas construidas, el gobierno de Senegal tiene la obligación de dotar el Lycée con el profesorado necesario y incluirlo dentro del circuito oficial de institutos. Con esta regularización, todos los alumnos de la zona pueden quedarse y estudiar cerca de casa, sin necesidad de irse a vivir en zonas más pobladas, en casa de parientes o amigos de la familia.
Boyar es un pueblo unido, fuerte y que tiene claro que su futuro pasa por la educación de los más jóvenes.
Distancias de los pueblos principales
Ndiol – Boyar: 5 km
Sinki – Boyar: 3 km
Ndiagamba – Boyar: 5 km
Un alumno de Ndiol, que vive en el centro del pueblo, debe caminar 10 kilómetros diarios (ida y vuelta). A una media de 4 km/hora, tarda una hora y cuarto en llegar a clase. Si tiene que llegar puntual antes de las 8 h, debe salir de casa a las 6:30 h. En los pueblos rurales hay tareas matutinas que suelen hacer los más jóvenes de la casa, por lo que muchos de ellos deben levantarse antes de las 6 h de la mañana. A eso se le suma que no suelen desayunar hasta llegar al instituto. Por la tarde las clases terminan entre 17 h y 18 h. Así que pueden llegar a casa a las 19:30 h. Durante buena parte del curso escolar, anochece temprano, por lo que a partir de las 18:30 h no es muy seguro, especialmente para las chicas, caminar por los parajes solitarios.
La velocidad media en bicicleta es de 15 km/h. Así que los alumnos que dispongan de una bicicleta van a recorrer el camino hasta la escuela en 20 minutos pudiendo salir a las 7:30h de casa y ganando una hora de descanso.
10 kilómetros diarios representan unos 230 kilómetros al mes, es decir, un total de 57,5 horas andando al mes, cuando en bicicleta son solo 15 horas.
La bicicleta representa una reducción del 75 % del tiempo destinado a desplazarse.
Con la implantación del proyecto Bicicletas para la Educación, cientos de estos alumnos mejoraran su calidad de vida y ganaran tiempo para acceder a su formación, seguir ayudando en las tareas familiares y vivir un poco mejor.
El proyecto ya está en marcha. Los vecinos del pueblo y el personal docente se han encargado de las obras del taller. Han seleccionado un mecánico que durante las próximas semanas va a recibir formación de manos de Idy, nuestro jefe de mecánicos. Y a partir de octubre recibirán las primeras baobike, que serán tanto para alumnos de primaria como de secundaria. La ubicación de los centros educativos nos ha permitido hacer un proyecto conjunto, en el que ambos centros (escuela e instituto) van a compartir el taller, los gastos y la gestión.
¡Seguimos adelante con nuestra misión: Mejorar la vida de las personas mediante las bicicletas!
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